martes, 29 de abril de 2014

Hasta siempre, A.J.R.

Fue un día de febrero cuando por primera vez nos sentamos a entretener las tardes de los martes rebuscando en los rincones de la memoria, o quizá refrescándola con los dados de contar historias. Teníamos un cuaderno, un bolígrafo y mucha ilusión.

Esa tarde conocimos a A.J.R. Un hombre cordial, educado y culto, de hablar pausado, que nos impresionó por su florido vocabulario. Con él fuimos desgranando relatos que ahora hemos recuperado de su cuaderno. Hoy acuden a nuestra memoria detalles, insignificantes entonces, de los momentos que compartimos. Sus comentarios hechos siempre con el buen talante con que le conocimos: “lo hemos pasado bien hoy ¿verdad?” Las lecturas de sus textos, que pronto nos dimos cuenta, le gustaba que fueran en primera o última posición, nunca en la mitad. El compañerismo que siempre tuvo con los demás. A.J.R. es ya para siempre una parte importante de la historia de este taller de escritura.

Desde aquí queremos rendirle un pequeño homenaje y para ello hemos elegido el texto que escribió el día que trabajamos las palabras fuertes y suaves:
Una vez derrumbado el astro rey sobre el horizonte, un rampante tren destrozaba la bruma trazando en ella un salvaje marchamo de bucanero irritado, mientras atravesaba el desértico territorio que detestaba. Enfurecido por el atronador estruendo de la tormenta que se había desatado impertinentemente a su paso y por las pedradas del granizo que arreciaba, contratacaba impertérrito la agresividad meteorológica con los latidos de sus belicosas calderas al galopar, bramando gritos de guerra por sus trompetas, al galope de su batallón de caballos de vapor.
A.J.R.

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