jueves, 17 de julio de 2014

Libro del taller

Cuando lo dijeron, pensé que no podía ser más acertado “Los aventureros de las palabras”. Así proponían que se llamara nuestro blog. Lo habían pensado durante la semana y después de barajar varios nombres, habían decidido que ese era el que más les gustaba.
“No puede definirnos mejor”, pensé,  “esto es una aventura para  ellos y para mí”.
La mixtura de aventura y palabras, ya pintaba bien desde el principio, pero una vez más la realidad ha superado la ficción.
Durante algo más de tres meses nos hemos sentado alrededor de una mesa a escribir. Vencida la reticencia inicial, pronto comenzamos a relajarnos y a disfrutar de nuestras historias y de las de nuestros compañeros. La creatividad, el respeto por el trabajo del otro y  la solidaridad con los demás, nos han acompañado las tardes de los martes.
Esto que ahora os presentamos, es una pequeña muestra de nuestro trabajo en el “taller de escritura creativa”.
Nombres como el de, Silvia, Kike, Joserra, Eduardo, Julen,  Olga, Teresa, Cristina, María, Inge, Inma, Alfredo, Ana y María quedarán para siempre unidos a este taller.
Ha sido una aventura maravillosa, y respecto a como hemos jugado con las palabras, aquí está el resultado.
Yo me he divertido  y he aprendido mucho.        

LOLA

H
 Zamudio 31/03/2014
ola María:
Espero que al recibo de estas letras estés bien. Yo bien G a D.
Te echamos en falta por el tiempo que estas sin nosotros. Nosotros  estamos aquí, escribiendo y haciendo uno de tus juegos.
Aquí hay gente nueva y estamos con Lola que es una bellísima persona.
También entiendo que estés ocupada con tus cosas.
Yo también estoy bien y he estado saliendo de permiso.
Dices que quieres conocer un poquito de Bilbao y la verdad es que mucho no la conozco, alguna cosilla que otra.
Esperamos que vengas esta semana y sino pues cuando puedas.
Bueno me despido de ti con un beso.
Agur.
                                        J.


EL TENIENTE CUERVO


E 

 l teniente Cuervo estaba muy enfadado ya que hacía dos meses que había visto un ratón dentro de la compañía y no era capaz de capturarlo. Por muchas trampas que ponía no lograba atraparlo y es que era el ratón del antifaz, el jefe de la cuadrilla. Se llamaba Jerry y era muy listo. Siempre se las ingeniaba para engañarle.
Un día, el teniente decidió pillarle desprevenido: montó una trampa y le puso como señuelo un trozo de queso. Pero Jerry era tan inteligente que intuyó lo que tramaba el teniente Cuervo. Se puso de acuerdo con sus amigos y decidieron volverle más loco de lo que estaba.
El teniente Cuervo puso veneno en todo el cuartel para intentar atrapar a Jerry y sus amigos. Pero ellos rompieron todas las bolsas de veneno y desparramaron el contenido. Decidieron jugarle una mala pasada y llenaron el suelo de pegamento. Cuando el teniente entró, resbaló con el veneno y se quedó pegado en el suelo. Ya no podía despegarse. Se había dado cuenta de que el cazado había sido él. Llamó a gritos a sus soldados para que vinieran a ayudarle y, cuando tras gran esfuerzo consiguieron despegarle del suelo, se dio cuenta de que no podía hacer nada contra Jerry, el ratón del antifaz
J.



VIAJANDO EN TREN EN   MEDIO DE LA TORMENTA
U

na vez derrumbado el astro rey sobre el horizonte, un rampante tren destrozaba la bruma trazando en ella un salvaje marchamo de bucanero irritado, mientras atravesaba el desértico territorio que detestaba.
Enfurecido por el atronador estruendo de la tormenta que se había desatado impertinentemente a su paso y por las pedradas del granizo que arreciaba, contratacaba impertérrito la agresividad meteorológica con los latidos de sus belicosas calderas al galopar, bramando gritos de guerra por sus trompetas, al galope de su batallón de caballos de vapor”                            
A.J.R.
HISTORIAS DE ALGERION

D

entro de uno de los bosques más densos de Europa, la Selva Negra, muy adentro, existe otro bosque dentro de otro más. Su nombre es Algerion. Ningún humano ha conseguido encontrarlo, después de siglos de búsqueda. El motivo es que todo Algerión está incrustado en una piedra de diminutas dimensiones, dentro de un pedregal cubierto de musgo, a orillas del riachuelo más discreto del bosque.
Es decir, por tratar de ser más preciso, que Algerión es ultra-microscópico aunque en su interior haya también muchas especies en común con las terrestres (insectos, frutas...)
La vida en el micro bosque es tranquila, feliz y muy rica en todos los aspectos.  Sus habitantes principales, los más comparables a los seres humanos, son los algerioritas. De prominentes narices, muy peludos y manos fuertes, son de carácter afable y están muy orgullosos de no hacer la guerra, que es algo de lo que han oído hablar alguna vez a algún sabio anciano y que no saben muy bien de qué se trata exactamente. Por eso, y por sonar a tostón, no dedican mucho tiempo a pensar en ello…
El objetivo de un algeriorita medio que se precie es casarse, tener entre tres y diez hijos y dedicarse todo el día a la comida como si de una religión se tratase. En pensamiento y obra.
¿Qué podía ser mejor que comerse un “mega pudding” de queso de libélula bien esponjoso al caer una tarde de verano, con los pies dentro del agua fresca del río, viendo a los más pequeños jugar o comer y chuparse los dedos, con la legendaria glotonería de los algerioritas?
El musgalino era uno de los productos básicos en la dieta de los duendes algerioritas: como golosina, como alimento muy nutritivo y como néctar festivo                                                          El agua de musgo, una vez destilada convenientemente y aromatizada con el jugo de ciertos tallos dulces, era la bebida más apreciada para ellos.
Se subía un poco a la cabeza, pero nunca hasta el punto de perder la alegría ni las buenas maneras. Era, además de un excelente licor para todas las edades, un sanísimo alimento que no dañaba la salud, sino todo lo contrario.
Con aquellas narices, el oler la comida justo antes de comerla era el mejor reconstituyente para el espíritu.
El Día del Supremo Algeriorita, con las familias compartiendo en la mesa el tradicional asado de mariposas azules, bien regado por grandes cantidades de musgalino, era algo digno de vivirse.
La política en Algerion era mínima. Alguien siempre de fiar (y qué algeriorita no lo era, ya que la falta de honestidad  no era algo conocido en el país) esperaba que surgiese un problema (cosa rara) para solucionarlo. Y nada más: sin jerarquías y por turnos, año tras año.
Para los habitantes de Algerión,  el lema fundamental era: ”el algeriorita que opte por vivir mal (haciendo cosas malas para él mismo o para los demás)  es un perfecto imbécil”.                         Y ser imbécil era lo peor que podía ser un hijo de Algerión.
Pocos casos se recuerdan (dado lo ridículo que resulta ser imbécil). Uno que trajo mucha cola y se suele poner como ejemplo es el  Galandriel y la biofruta robada.
A nadie le faltaba un buen ejemplar de árbol de esos en el jardín, para disfrutar de sus múltiples cualidades: médicas, gastronómicas y mágicas.
Pues sólo al bobo de Galandriel, solamente por un absurdo impulso travieso,  se le ocurrió invadir el jardín de su vecino Zoltar  para coger una biofruta,  amparado en la oscuridad, rasgándose los pantalones en la torpe huida.
Por supuesto, el árbol, que servía bien a su dueño, se lo dijo a Zoltar pero éste no le acusó en público. Ya tenía bastante con aparecer como un imbécil ante un algeriorita.
¿Para qué robar si todos tenían lo mismo para vivir sin codiciar otras cosas  o bastaba con pedirlo por favor? Bobadas como la de Galandriel era perder, además de las buenas maneras, un tiempo que podía servir para cosas más interesantes, como por ejemplo cortejar a tu algeriorita favorita con un deslumbrante paseo aéreo a lomos de tu libélula último  modelo sobre el Gran Lago de las Aguas Doradas.
Esta anécdota es muy descriptiva acerca de cómo vivían  y sentían los habitantes de Algerión, de su marcado sentido de la ética y de su constante empeño  en vivir en paz, sin problemas.
Lo verdaderamente complicado era mantenerse así y no caer en errores que podrían poner en peligro el delicado equilibrio de Algerión. De su sociedad y de ellos mismos. Confiaban tanto en pasar desapercibidos por su tamaño que nunca pensaban en ser atacados…o destruidos.
De hecho, por no tener, no tenían ni ejército. Y las armas que podían encontrarse en su comunidad tenían una utilidad puramente culinaria. Jamás un algeriorita pincharía a otro con un cuchillo destinado a trinchar un buen asado. Dejar todo lo bueno que ofrecía un buena comilona, sobre todo para hacer daño, era una idea horripilante. Una locura absoluta.
 O sea, que entre matar, morir, o comer, la elección estaba fuera de toda duda. Era una simple cuestión de lógica.
Y hasta aquí nuestra primera incursión en el secreto mundo de Algerión.
En otras ocasiones, querido lector, os contaré cómo la maldad puede instalarse dentro de una sociedad  para intentar corromperla desde su interior. Desgraciadamente, es algo que puede suceder también en mundos que parecen perfectos.                             
Hablaremos pues, de héroes y villanos.
La historia de Algerión, desde que se fundó hace 825 años, no ha sido todo lo bucólica que podría uno imaginar o deducir de su estilo de vida, descrito muy someramente en el capítulo anterior.
Ese envidiable pulso vital como pueblo, sólo se alteró una vez, en 795. Fue por un ataque incontrolable de curiosidad sufrido por la princesa Ópalo, la menor de las tres hijas del buen monarca Tristán I, quizá el rey más querido de toda la historia.
Sucedió lo siguiente: Normalmente los algeoritas, nunca son feos. Si su belleza no  es tan evidente, queda compensada por una cualidad algo mas destacada y el algeriota en cuestión quedaba satisfecho.

Por ejemplo, la princesa Ópalo tenía una hermosa nariz – realmente hermosa, en verdad- solo que a juicio de su dueña debería sobresalir un centímetro menos de su rostro angelical.
Pero ese terminar en punta, no solo no le robaba atractivo a su rostro, sino que le aportaba un toque majestuosos a la vez que dulce.
Todo Algerión consideraba a Ópalo –seguramente en gran medida por esa peculiaridad- como a la más bella de la casa real (y eso que las otras dos princesas eran también  deslumbrantes).
Sin embargo, no había nada que la convenciese de lo que era real.
Tanto fue así que dejó el calor y la seguridad de palacio para visitar a la misteriosa Lady Black a fin de  pedirle consejo. La bruja odiaba a su hermano el rey y, engañando a la ingenua Ópalo, le dio a beber un brebaje que le hizo disminuir de tamaño hasta desaparecer y volverse invisible.
Y así desapareció la más brillante de todas las criaturas de Algerion.

A partir de entonces, todos los habitantes del país convinieron en saber ver la belleza de una persona, fuese más o menos evidente.
Perder la alegría por creerse más o menos feos físicamente era una solemne estupidez.
A partir de la desaparición de Ópalo, se convirtió en ley: no hay nadie feo en Algerión, ni lo habrá jamás. Y solo un habitante de Algeríon puede declarar el nivel de belleza de otro algeriorita. Por lo tanto, tema zanjado: TODOS GUAPOS.
La felicidad volvió al país. El rey Tristán lloró un tiempo por las esquina del palacio, pero poco a poco, su pueblo y su familia le hicieron recuperar la risa de marfil de siempre.
Así se perdió a una princesa y se recuperó a un rey, aunque este no se rindió en la búsqueda de la princesa Ópalo.
Pero eso será otra historia surgida de la minúscula grandeza de ese reino llamado Algerión.
                                               KIKE



     MARIPUCHI
C

ada vez que pasaba por aquella calleja sus ojos volaban hacia el destartalado escaparate, detenía sus pasos durante un instante eterno y suspiraba. Llevaba varias semanas suspirando. No había comentado nada en casa pues sabía que el precio de su deseo no era una bagatela para la maltrecha economía familiar.
Maripuchi no era una niña caprichosa, más bien al contrario, con sus ocho años recién cumplidos aún resonaba en sus oídos la tan traída y llevada retahíla de su abuelo; -“unos nacen con estrellas y otros estrellados “solía repetir. En cierta ocasión preguntó  por el significado de la frasecita, recibidas las explicaciones oportunas no hubo más dudas ni preguntas, enseguida comprendió el lugar que ocupaban ella y su familia en la órbita de la vida.
Un sábado de aquel triste mes de marzo supo por el tendero de la tienda de ultramarinos que Doña Engracia estaba buscando a alguien que sacase a pasear a su mascota, la minuta había afirmado la susodicha sería sustanciosa. Al conocer la noticia sintió cierta repulsión, no por el trabajo en cuestión sino por el carácter un tanto avinagrado de la ancianita lo cual pensó Maripuchi  estaba marcado por la cruz que le suponía cargar con aquel  dichoso nombre .Doña Engracia parecía haber sido engendrada en una noche de tormenta; fea, enjuta y bizca esas eran sus mejores “gracias “por no nombrar las peores. Bueno se dijo Maripuchi nadie elige su nombre, a sabiendas que el suyo era obra de su hermanito pequeño. Un siete de noviembre cualquiera tras asomar la cabeza a este mundo el piojillo como ella le llamaba dulcemente gritó: -“mama a mí en el cole me dicen el último puchi y ella ha llegado la última a casa podemos llamarla Maripuchi”. ¡Qué feliz idea! ¡Qué derroche de imaginación la de mi hermano! pensó. En casa aquello debió de parecerles una idea luminosa pues decidieron nombrarla María Purificación ante Dios y Maripuchi ante los suyos.
Tras éstos devaneos existenciales decidió que aquel vestido de preciosos y destellantes amarillo, azul, blanco y rojo era merecedor del esfuerzo y aceptó el trato. La sorpresa fue mayúscula cuando tras pasar el umbral de Doña Engracia comprobó que la mascota en cuestión era un conejo rosa de nombre Cuqui con cara de susto y pelos de estalactitas (como los de la propia Maripuchi) . La tarea no fue tan fácil como había pensado pues el bicho se negaba un día y otro a salir de paseo. Después de dos intensas semanas y aplicando una clara filosofía infantil dedujo que era debido a que se sentía solo pues no conocía a ningún otro espécimen como él. Maripuchi compró unos pequeños espejos se los cosió a sus polainas y le hizo creer al asustadizo conejo que no era el único bicho raro de la zona (ni de la casa…). Cuqui estaba encantado con la nueva panda de amiguitos que surgían por doquier; perros y conejos rosados como él saltaban y brincaban a su lado por el jardín. Doña Engracia desempolvó su vieja cámara de fotos  e inmortalizo la instantánea. Tan pronto como tuvo en sus manos la primera paga, en efecto sustanciosa, corrió a comprar el vestido de sus sueños y pesadillas. Al llegar a la tienda y ver que no estaba en el escaparate el suspiro fue aún mayor que en semanas anteriores .Rápidamente entró y preguntó por él. La dependienta le dijo que una mujer lo había comprado la tarde anterior para su nietecita. Pobre Maripuchi, tanto esfuerzo para nada….Primero pensó que no volvería a su trabajo de paseante  de mascotas , después  que la señora doña Engracia y su mascota estarían  muy tristes , ella también sentía cariño hacia ellos y disfrutaba de su compañía……decidió volver.
EL lunes siguiente , un día como otro cualquiera ,se transformó en día de fiesta cuando al ir a coger el collar de Cuquí encontró un paquete con un enorme lazo y una hermosa tarjeta “Esto es para ti porque nos has dado el mejor regalo que podíamos recibir: tu amistad y cariño” . Maripuchi se puso el colorido vestido que hacia juego con sus leotardos a rayas rojas y blancas, se colocó un bonito un bonito lazo azul recogiendo sus ensortijados cabellos negros y corrió a abrazar a Doña Engracia.
Algunos días escucho un intenso suspirar e imagino a Maripuchi  viendo la foto que le recuerda aquellos hermosos días.
Ana

METÁFORAS

L

a alegría de la casa mostraba sus perlas y con sus luceros resplandecientes, manifestaba nuevamente ser un lince con el salero de su simpatía.
E


l flamante petirrojo seguí a los blancos algodones que surcaban el cielo y tomando como referencia los espejos de las nubes durante el día y los diamantes del cielo durante la noche, vivía feliz cada día.

A.J.R.
PRimavera (I)
Otro día más de primavera que se desliza suavemente por las sendas dibujando una tempestuosa tormenta, que impacta contra las ventanas de la "casita", como si el cielo taconeara. Como si el reloj con su tic-tac ejerciera de marcapasos del tiempo.
Las nubes se aprietan tanto que son incapaces de separarse y no nos dejan ver el sol. El agua cae gota a gota entre los árboles y resbala sobre los troncos y cada gota nos dice que el tiempo no va a cambiar. Así que me armo de paciencia y espero a que las nubes quieran hacer cambalache con el sol.
Scarlett


                 primavera (II)
Otro día de primavera disfrazado de estío. Mi bolígrafo excitado a veces y calmado otras, constructor de las ideas que surgen en mi mente, se pregunta como puedo avanzar desde el escenario en que se desarrolla mi vida. Soy la protagonista estelar y nadie más que yo puede escribir el libreto y decidir que rumbo tome la función

Quiero evitar el vértigo que me producen las palabras que escribo y que se hacen cómplices de mis sensaciones, marcando el ritmo tintineante como si fueran una campanilla que me avisa, que ahí delante está la realidad, más clara y nítida que nunca y que estoy sentada sobre un balancín de sentimientos.

Quiero poner en palabras las emociones que he sentido y que están encerradas dentro de mí, como en una fortaleza. Su recuerdo me acaricia de la cabeza a los pies. Siento que es la savia de mí ser y la luz que alumbra mi interior.
Scarlett

RELATO BREVE DE MARIA G.P.



L

a pierna me vuelve a doler. Hoy me he levantado cojeando, así que me tengo que ayudar del bastón.
Precisamente hoy estrenamos la obra de teatro en la que participo como actor principal. Es una obra dramática y se supone que el público se va a emocionar y terminará llorando. Faltan 5 minutos para salir al escenario y tengo miedo por culpa de mi cojera cómica que no casa con mi personaje. Intentaré disimular.
Además, hoy se ha dado una desafortunada coincidencia: sólo me quedaba una col para comer. La preparé con bechamel y luego la gratiné un poco. Riquísima. Digo que ha sido una desafortunada coincidencia porque, aunque la col me gusta mucho, me produce unas flatulencias tremendas.
Y aquí estoy, a punto de salir al escenario, protagonista de una obra dramática y con una cojera divertida y unas ganas irrefrenables de tirarme un pedo.
¡Qué ironía la vida! Tanto tiempo esperando un papel protagonista en una obra dramática y cuando lo consigo soy un personaje cómico.
Maria



                                 

MI BOTXITO     
B 


 ilbao, mi botxito. Villa donde confluyen diversas calles con solera que nos cuentan historias antiguas. Calles que guardan el secreto de los primeros pasos de los niños que por ellas corretean, cómplices mudas de los devaneos amorosos de los adolescentes. Testigos de besos robados a ese chico que nos gusta.
Ese es nuestro Bilbao. Mi Bilbao. El Bilbao que discurre entre parques donde el verdor nos deslumbra, desde el Guggenheim a los edificios de aire futurista que sobresalen entre el antiguo museo. El Bilbao donde han encontrado su hueco las tiendas de primeras marcas, los restaurantes y hoteles de lujo. El Bilbao que atraviesa la marginalidad de las calles Cortes y Botica Vieja, donde parecen confluir dos ciudades distintas  que acogen a personajes variopintos. El Bilbao de las zonas más antiguas del casco viejo, donde en cada esquina encontramos un músico que llena la calle de melodías, o a ese mago de hábiles manos que deja boquiabierto a quien pasa a su lado.
 Ese Bilbao nocturno, donde la gente se divierte y también el Bilbao que cada noche se abandona y se duerme junto a sus habitantes.  Desde  el moderno  y futurista tranvía que recorre la ciudad,  podemos  asomarnos a la ría limpia y despejada. Al pasar por el Nuevo San Mames oiremos rugir a la afición de nuestro Atletic, la mejor  afición del mundo, la que no se rinde aunque su equipo vaya perdiendo. Los leones son fieros y pelean hasta el final.
Así es nuestro Bilbao gracias  a la labor de nuestro alcalde, el  Sr.Azkuna, que fue un visionario y supo ver lo que hoy es mi botxito. Un hombre afable a quien los bilbaínos debemos tanto y no seríamos agradecidos si no se lo reconociéramos como es debido. Así que termino diciendo: “Aúpa Atletic” “Aúpa Alcalde” “Aúpa Bilbao”
Scarlett









TARTUFO, EL DUENDE

M

arcos y Clara decidieron hacer un viaje a un lugar lleno de bosques, por lo que se dirigieron a una agencia especializada. Todo iba bien hasta que Clara se despisto y se perdieron del grupo.
-¿Qué haremos? –preguntó Clara preocupada.
-Intentaremos recordar por donde hemos venido –respondió Marcos con tranquilidad.
Pero todo el bosque era igual y cuanto más andaban, más se adentraban en él. De repente, cuando estaban ya cansados de tanto andar, Clara vio a lo lejos una figura muy bajita que iba vestida con un traje verde manzana y un gorro del mismo color. Cuando Clara quiso mirarla con más atención la figura desapareció. La joven se asuntó.
-Carlos, ¿Has visto lo mismo que yo?
-¿Qué?
-Un hombrecillo vestido de verde que parecía un duende.
-Venga ya Clara, tú siempre estas igual con tus fantasías.
-Que. No. No es ninguna fantasía, lo estoy viendo ahora… -Clara dio un respingo.
-Hola –dijo el hombrecillo-¿Quienes sois?
Al ver el sobresalto de los muchachos el hombrecillo continúo:
-Me llamo Tartufo y soy un duende.
-¿Qué quieres de nosotros? – preguntó Marco
-Estáis perdidos ¿No? Yo puedo ayudaros a salir del bosque. Puedo llevaros hasta donde está vuestro grupo.
-Y tú… ¿Dónde vives? – preguntó Clara.
-¿Si queréis os puedo enseñaros donde vivimos los duendes? –dijo el duende
Marcos quería irse, pero se dejó convencer por Clara y siguieron al duende que se adentraba más y más en el bosque. Entonces llegaron a un claro del bosque, donde dentro de un árbol estaba la casa de Tartufo. Llamaron a la puerta y les abrió Gertru, su mujer y los invitó a entrar.
-Bienvenidos a mi casa –dijo Gertru. –Entrad en mi humilde casa.
La casa era muy acogedora y Gertru les recibió con una sonrisa. Al acercarse  a la ventana, vieron algo increíble: Los duendes del bosque vestidos con trajes de flores,  recogían tartas de anís con aroma y sabor a naranja. Las tartas crecían en el suelo como si fueran champiñones y tenían un aspecto muy apetitoso.
Los duendes les contaron que estaban preparando un festejo. De repente llamaron a la puerta. Era Arcanus, el mago del bosque que ante el asombro de nuestros amigos, sacó una varita mágica y exclamó:
-Cascarabís tras-tras
En ese momento todo se llenó de flores y Marcos y Clara entendieron de dónde salían las flores que los duendes llevaban en su ropa.
Tartufo les explicó:
-Arcanus en nuestro mago y él ha sido quien me ha guiado hasta vosotros.
-Contadnos algo, de vuestra forma de vida –dijo Clara.
- Nosotro comemos lo que la tierra nos da. Nueces de nuestras amigas las ardillas y castañas que buscan para nosotros los animalitos de bosque. Pero la madre tierra nos da estas tartas que crecen en el suelo. No tenemos que pelearnos con nuestros amigos, los animales. Hay comida para todos. Vivimos en total armonía en nuestra comunidad de duendes –explicaba  Tartufo- Os invito a compartir nuestra fiesta y después de que descanséis, os acompañare y guiaré hasta vuestro grupo.  Pero antes tenéis que prometerme, que no contareis nada de lo que habéis visto a los de vuestro grupo.
-Prometemos no desvelar el secreto.
Y así fue. Una vez que hubieron descansado de la opípara comida, Tartufo les llevó hasta donde estaban sus compañeros y antes de que éstos lo vieran, se despidió de ellos y desapareció rápidamente entre la maleza.
Marcos y Clara nunca hablaron con nadie del secreto del bosque. Para ellos quedó todo lo sucedido.
Y colorín colorado…
Scarlett


TIEMPO Y AIRE
E

n la casa de la señora Flora, los enigmas eran parte fundamental de su estructura.
Para el pueblo, era un orgullo tener como vecina a una mujer tan extraordinaria y reconocida universalmente.
Flora era como una niña grande. Para ella, la magia era su juego favorito y era dueña y señora de los secretos más ocultos. Y el pueblo y el mundo entero, participaba de las propuestas mágicas que surgían de aquella casa perteneciente a una sencilla aldea entre montañas.
Larga es la historia de las hazañas de doña Flora. Nadie sabe de dónde vino, hacía ya 60 años, cuando compró el viejo caserón del señor Ortega, el eminente fallecido pintor.
El pueblo no conocía nada de sus orígenes. Se limitaba a esperar con qué maravilla nueva les sorprendería su  vecina más especial.
Un día, doña Flora llegó a cambiar el color del cielo súbitamente de azul a rojo, en un sólo segundo, chasqueando los dedos.
Ahora bien, el suceso más importante que recuerdo  es el de la pirámide de madera que un día apareció en su jardín.
De la altura de dos hombres, era totalmente lisa salvo por una cerradura de bronce a la altura lógica.
Doña Flora reunió a los vecinos alrededor del artefacto y explicó: “Esta pirámide perteneció a un monarca chino del siglo XIV, muy aficionado también a los juegos como yo”.
“Según se dice  -relató-, en su interior esta el objeto más querido de una persona normal. Para abrirla, bastaría con intentarlo con  la llave de la casa de esa persona”.
Doña Flora no explicó  por qué este pueblo era el adecuado donde buscar ni porqué en estos días.
“O sucede en los próximos quince días o la pirámide seguirá su largo viaje por otras tierras”.
Todos los vecinos probaron suerte, pero nada.
Desanimados después de varios intentos, los vecinos decidieron rendirse. Faltaban dos días.
De pronto, un día apareció un joven caminante en la posada.
-                     Buscaba habitación… - dijo.
-                     Claro, señor,-  respondió la dueña.
Lógicamente, preguntó por el extraño objeto del jardín de doña Flora. La dueña del hotel  le contó todo.
El joven, intrigado, les informó de que él era nieto de Ortega, el pintor. Venía a ver la casa que habitó su abuelo. Una fuerza extraña había tirado desde el centro matemático de su pecho y le había llevado hasta aquel lugar.
-                     Me gustaría conocer a esa doña Flora. Quizá me aclare algún punto de esta historia.
Se encaminó a la casa y en la puerta le esperaba la mismísima doña Flora.
Carlos le contó todas sus peripecias que confluían en la llegada a este pueblo.     
 Doña Flora le escuchó sonriendo con atención.
-                     Sabía que vendrías, muchacho –le dijo.
-                     Ha probado usted su llave, supongo…
-                     Por supuesto –le respondió ella-, pero creo que deberías hacerlo tú ahora.
-                     ¿Con la suya?
-                     Quizá la propia casa tenga algo que decir sobre lo que le ha crecido en su jardín – se rio ella.
Le entregó la llave de su casa y Carlos la introdujo en la cerradura. Boquiabierto, vio cómo la puerta  de la pirámide se abría con un siseo de áspid.
-                     Dios mío, es imposible. Pero si tiene varios siglos… -dijo Carlos.
-                     El tiempo es sólo aire si la magia así lo desea  –sentenció doña Flora.
Una vez dentro, comprobaron que lo único que había era una mesa muy sencilla con una foto enmarcada en el centro.
La sorpresa fue mayúscula: en la foto aparecía Carlos en la playa junto a una hermosa mujer. Doña Flora miraba la escena. Carlos lloraba.
-                     Es… era Natalia. Era mi mujer. Murió el  mismo día en que se hizo la foto. Pero ¿qué es esto?
-                     No estoy segura, pero creo que hoy va a suceder algo increíble, incluso para mí –dijo doña Flora.- ¿Cómo murió?
-                     Se ahogó al caer la tarde. Un descuido fatal -dijo Carlos secándose los ojos.
Doña Flora ya no estaba en la pirámide. Carlos la llamó dos veces. Nada.
De pronto, una silueta de mujer quedó enmarcada en la puerta con el sol detrás llenándolo todo.
-                     No puede ser –exclamó Carlos- No es real.   
Era Natalia, su mujer, tan viva y hermosa como siempre.
Como todo esto es algo inexplicable. Me limitaré a informar al lector de que Carlos y Natalia vivieron en el caserón de Ortega y fueron muy felices, criando a tres preciosos niños.
El pueblo lo consideró un milagro. Y algo así fue. ¿Qué si no?
Allí siguió la pirámide.
De Doña Flora no se supo más.
                                                                                                         Kike






                                  TREN – TORMENTA


E

l tren surcaba la estepa atravesando una tormenta de granizo, mientras la bruma se ponía lentamente en el horizonte.

OCÉANO – ESPUMAS

E


l sol acariciaba con sus rayos la mañana, mientras en el océano rompía suavemente una blanca espuma.

E.
UNA SEMANA AGOTADORA
Si hace unos años me hubieran preguntado que quería ser, hubiera enumerado de corrido media docena de profesiones. Desde el pasado lunes puedo ser lo que quiera y a pesar de que le he dado vueltas y más vueltas al asunto, no termino de decidirme. La idea de ser una diva me atrae, por eso he pensado ser cantante.
Pero… ¿cantante de qué? ¿De tangos quizá? Por mucho que lo he intentado, no he conseguido recordar el nombre de ninguna tanguista famosa y yo no voy a ser una cantante de medio pelo. Puedo ser cantante de fados, ese sí que es un género en el que varias mujeres han triunfado. Me veo en una taberna de la Alfama vestida de negro, de pie junto al guitarrista que rasga con gesto afligido las “doentes” cuerdas de la guitarra portuguesa.  El rostro maquillado por los tormentos del desamor. En la mirada,  la hondura de un abandono. Demasiado trágico. No quiero sufrir tanto.
También he pensado que podría ser cantante de ópera, pero recuerdo los años que frecuentaban las representaciones operísticas como de mortal aburrimiento. Nunca hasta ahora lo he confesado. Si algo he sacado en claro de aquella época, es que hay que tragarse interminables horas de tediosos diálogos cantados para llegar a un aria sublime. Pensaba entonces que por ese solo momento valían la pena tres horas de aburrimiento. Ahora no lo creo así. Conservo desde entonces una emoción cercana al llanto cada vez que escucho el dúo de amor de madame Batterflay. Pero no es suficiente, ese mundo es demasiado solemne y estereotipado, tampoco quiero ser cantante de ópera.
Ayer cuando me levanté lo tenía claro. Iba a ser actriz y me iba a montar una historia increíble. Temporada completa en el Teatro Nacional y después vendrían las giras internacionales. Los directores se pelearían para que trabajara con ellos. Llegarían después las nominaciones a los premios más prestigiosos, Oscar a la mejor interpretación femenina, varios Goyas, y un sinfín de premios. Me sentí aliviada. Por fin tenía una historia que contar, sólo que un momento después me escuché diciendo: “no te lo crees ni tú”.  Es cierto, ni yo misma me lo creía. Podía escribir el relato como quisiera, pero tenía que hacerlo creíble y sabiendo cómo lo están pasando los de la farándula…. Hay también otra cuestión que me echó para atrás. Nunca me ha gustado el ego de esos profesionales que se pasan el día dándose premios unos a otros. Recuerdo la conversación que no hace mucho tuve con un distribuidor de teatro: “Estoy harta de esa panda de engreídos que cada vez que hacen su trabajo esperan que los demás nos desgañitemos alabándolo. El día que instituyan un premio al mejor taxista del año, la mejor mecanógrafa o el mejor albañil, me parecerá justo. Creo que son una panda de vanidosos”. Mi gloria como actriz apenas duro unas horas.
No me sentí desalentada porque inmediatamente otra idea surgió en mi cabeza. Lo tenía claro: iba a ser una espía internacional, una Matahari devora hombres. La idea me encantaba, sólo que no se por qué salí disparada hacía el espejo y plantada frente a él, me oí decir: “¿Pero a quien quieres engañar Dolores? Sí, Dolores, porque así es como me llamo a mí misma en los momentos importantes. La realidad se impuso, no daba la talla como espía, tenía que ir pensando en otra profesión.
Esta mañana, presionada por la falta de tiempo, he pretendido ser bailarina de ballet: “Uf, que daño” Bueno, pues de flamenco. He sacado del armario mis viejos zapatos de tacón y no he podido dar dos pasos con ellos.
Y si soy acróbata en un circo ruso? He jugado con esa idea  hasta que me he agachado a hacer la cama.
 A la hora del vermut no he estado atenta a las conversaciones de alrededor. Mi cara debía de ser un poema. Tan pronto estaba encantada porque creía haber encontrado una historia, como caía presa del pánico porque el tiempo corría y yo seguía sin saber que quería ser. Hasta que he comenzado a relajarme y quizá inspirada por el alcohol he conducido caravanas de camellos en el desierto del Sahara, he sido vendedora de especias en el zoco de Marrakech, contadora de historias en… He sido también escritora y me he visto recogiendo un premio en un  pueblo de la provincia de Albacete.
 Pero sobre todo, me he sentido querida por la gente que quiero, amiga de mis amigos, parte de pequeños micromundos como este y he decido que no quiero ser nada más, que llevo una semana agotadora de profesión en profesión y que esta tampoco está tan mal.


Lola




Prologo                      Lola
Carta a Maria                J.
El teniente cuervo            J.
Viajando en tren en medio de la tormenta   A.J.R.
Historias de Algerión             Kike
Maripuchi                    Ana
Metaforas                   A.J.R.
Primavera (I)                Scarlett
Primavera (II)               Scarlett
Relato Breve                 Maria G.P.
Mi botxito                   Scarlett
Tartufo el duende            Scarlett
Tiempo y aire                Kike
Tren – Tormenta             E.
Océano – Espumas            E.
Una semana agotadora        Lola