El HOMBRE QUE SE VIO EN LOS OJOS DE UN CABALLO
Erase una vez un hombre tan serio,
tan serio, de gesto tan huraño, que asustaba a todo el mundo. Su rostro enjuto
y su mirada sombría, aterraban a quien
lo miraba Nadie se atrevía a sostenerle la mirada y mucho menos a
contradecirlo. Le bastaba un gesto, para
que sus criados se esforzaran en
satisfacer el más pequeño de sus deseos. Estaba acostumbrado a que todo el mundo hiciera
lo que él deseaba.
Un día en una feria de animales
se compró un caballo, y encargó a su criado que la llevara a casa.
El caballo era joven y juguetón y le gustaba parase a mordisquear aquí y allá,
corretear por el prado y refrescarse en el rio. El criado, un muchacho alegre, se
lo permitió y el viaje de vuelta a casa fue muy agradable para los dos.
Al día siguiente el hombre quiso montar
su caballo y de buena mañana salió con él a recorrer sus posesiones. El rocín
estaba contento y trotaba alegre por los campos de su amo, hasta que se cansó y
ya no hubo golpe ni juramento que le hiciera proseguir el camino
El hombre, acostumbrado a que
todos obedecieran sus órdenes, la emprendió a bastonazos con el caballo, sin
conseguir que este depusiera su actitud. El caballo gemía y lloraba, mientras
el hombre airado lo golpeaba. Pero por más que le daba el caballo no se movía.
Llevaban así un buen rato cuando
el cielo se lleno de nubes negras y apareció la tormenta.
—Por Dios —dijo el hombre— ¿No pensaras dejarme en medio
del monte con esta tormenta?
Al hablarle acercó el caballo
hacía él y pudo ver que le miraba con infinita tristeza.
Hacía mucho que nadie le miraba a
los ojos y el gesto del caballo le enterneció. Vio reflejados en ellos el dolor
por el esfuerzo realizado y pensó que debía de estar hambriento. En medio de un
gran chaparrón el hombre le buscó las
más tiernas hojas y se las dio a comer.
Mientras el caballo comía lo
miraba con agradecimiento y el hombre conmovido empezó a llorar.
A partir de ese día cambio la
actitud del hombre y fue amable y tolerante con todo el mundo.
N.